Con un poco de nostalgia e incredulidad por lo que estamos viviendo debido al COVID19, queríamos publicar hoy un poco de lo que vivimos en Buenos Aires cuando estuvimos el pasado mes de febrero (aunque parece que hace meses).
Para el que no la conoce, Buenos Aires es una increíble mezcla de colores y sonidos que se juntan para dar vida a una ciudad única.
Allí podrás encontrar las cantinas y parrillitas, en donde envuelto en un carnaval de antiguos posters de futbol, boxeo y automovilismo se puede escuchar en alta voz los pedidos de los camareros; una tira de asado con fritas, un vacío con una mixta!
La charla del taxista mezclada con el tango que sale de la radio, mientras recorremos la ciudad.
El grito de “la reputa madre que lo pario” de un transeúnte que pisó una baldosa floja y se ensució con el agua de la última lluvia sus mejores ropas!
El ruido del tránsito a toda hora y en todo lugar. Un frenazo en la esquina.
Un costillar asándose tras el cristal de una parrilla.
Sus colores e incansables luces, bares, librerías, restaurants y negocios que nos llaman desde sus vidrieras;
«Vení, adonde vas tan apurado, entra. Te lo vas a perder?»
Las frases, en la calle, en los carteles fileteados, que mires donde mires, pareciera que la ciudad te habla y te pide, léeme, paséame, que siempre te quedara algo por ver.
Alguna avenida, algún pasaje, un paso a nivel o simplemente una mesita en algún bodegón de barrio desde donde por un rato, ver el espectáculo de la vida de esta ciudad pasar.
Un gol que se escucha a lo lejos, como si fuera el último gol de la historia y ya luego, no hubiese nada más…. Un cambalache irrepetible de sonido y color.
La ciudad cosmopolita y el barrio íntimo, todo cabe en esta ciudad.
Simplemente, Buenos Aires.
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